Siempre os animamos a que invitéis a los peques de la casa a entrar en la cocina, a que se pringuen amasando, prueben y decoren. Y lo hacemos porque consideramos que es importante que tengan una educación sensorial y nutricional desde que son niños; una vinculación emocional con la cocina que de mayores seguro que agradecerán. Te contamos los motivos:
Saber de dónde viene lo que llega a la mesa
Ni el pollo tiene forma de nugget ni las espinacas brotan enlatadas. Parece una locura pero no lo es tanto si advertimos que los niños de hoy tienen mucho menos contacto con la naturaleza, la huerta y el origen del producto que las generaciones anteriores. Una tarde de cocina en familia puede empezar conociendo los diferentes ingredientes de la receta que se va a preparar. Cómo nacen, cuándo se recogen o cómo es su forma antes de ser cocinado pueden ser algunas preguntas a responder.
¿Qué son las proteínas? ¿Y los hidratos de carbono?
Un paso más en el conocimiento del producto es descubrir cuál es su composición nutricional. Familiarizarse con los diferentes grupos de alimentos y qué función hacen en nuestro cuerpo les ayudará a entender sus propias necesidades nutricionales el día de mañana, así como a valorar la importancia de una dieta equilibrada y las raciones que son recomendables de cada grupo.
Cocina casera vs. precocinados del súper
Si cocinar en casa es una rutina y les involucras en ello habrá muchas más posibilidades de que repitan el patrón cuando se hagan mayores. Registrarán sabores en su memoria, sentirán nostalgia por aquel plato de su infancia, valorarán una salsa de tomate casera o una crema de verdura que en nada se parece a las de tetrabrik. Sabrán más, comprarán mejor y valorarán el tiempo y dedicación que requiere un menú preparado en casa.
Salud para mañana
Y es que no nos cansamos de decir que la alimentación es salud y es prevención. Si consigues hacer de la cocina un juego para ellos en el que aprendan, pregunten, se manchen, no tengan reparo en probar o imaginar, estarás haciendo mucho por su futuro. Y no solo prevenir la cada vez más preocupante obesidad infantil, también problemas cardiovasculares derivados de una mala alimentación, trastornos de conducta o afecciones como la diabetes o el colesterol.