El trigo ha sido la base de la alimentación humana durante siglos y su harina uno de los principales ingredientes de la pasta tradicional. Sin embargo, la moda de las dietas gluten free y los extendidos mitos mal entendidos han puesto en tela de juicio el valor saludable de este cereal. Pero no eleva el colesterol por sí solo, ni contiene grasa poco saludable, ni produce diabetes.
Eliminar el trigo de la dieta, si no se es intolerante el gluten, es un error por el que no debemos dejarnos llevar. La pasta es una excelente fuente de carbohidratos, nutrientes necesarios para el correcto funcionamiento del organismo; que preparada al dente, además, reduce su índice glucémico, es decir, no produce una subida brusca de azúcar en sangre. Lo interesante es aumentar el gasto energético y reducir la cantidad de grasa consumida, que más que por la propia pasta viene condicionada por los ingredientes con la que la acompañemos.
Además de las pastas elaboradas con harina de trigo, encontramos en la gastronomía otro gran abanico de variedades, tantas como cereales. La de arroz, por ejemplo, muy común en cocinas de Asia y la India, tiene mayor aporte calórico que la de trigo, más hidratos, más grasas, menos proteína y menos fibra. Sin embargo está libre de gluten, lo que permite el consumo en casos de celiaquía. Como también lo permiten las harinas de maíz o patata, también más calóricas que la de trigo.
Una verdad a tener en cuenta, por ejemplo, es que las harinas producidas con el grano entero del cereal, llamadas integrales, presentan mayores propiedades nutricionales en comparación con las refinadas. A menor refinado, mayor contenido en fibra, proteína y micronutrientes, así como menor contenido en carbohidratos.
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