Un buen queso fundido puede ser el complemento ideal para cualquier receta, desde unos nachos hasta unas patatas fritas, un plato de pasta o cualquier
sándwich.
Para conseguir que quede en su punto sin necesidad de utilizar microondas, deberemos trabajar siempre con el queso rallado bien fino. Los quesos blandos se derriten a unos 55º C, mientras que los fundentes tipo cheddar lo hacen a unos 65º C y los más secos, como el parmesano, sobre los 85º C.
¡Ah!, y si la salsa de queso queda dura, siempre podemos darle la textura deseada añadiendo un poco de vino blanco seco o zumo de limón.