Cualquier italiano de bien se llevaría las manos a la cabeza si nos viese cometer según qué aberraciones cotidianas con ese bien tan preciado llamado pasta. A la pasta hay que tratarla bien, igual que a las salsas, cuidarla, mimarla y, para que nos quede perfecta, guardar en nuestra chistera estos tres truquitos que marcarán la diferencia y darán lugar a unos platos de pasta MA-RA-VI-LLO-SOS.
1. Échala en la olla cuando el agua empiece a hervir, nunca antes. Si la echamos antes corremos el riesgo de que se nos pase de cocción, cosa que podría arruinar hasta la mejor de las salsas. Para que esto no ocurra es importante, además, calcular bien las cantidades: un litro de agua por cada 100 g de pasta, una cucharada sopera de sal por cada 2 l de agua y 80 g de pasta por persona. Quedará de escándalo.
2. Jamás de los jamases metas la pasta bajo el grifo cuando se haya cocido. Es una creencia muy extendida que hay que cortar la cocción mediante agua fría, pero es una falacia. Si añadimos agua fría, se perderá la capa de almidón fundamental para que las salsas se adhieran correctamente.
3. Añade la pasta a la salsa, y no a la inversa. Si has preparado la salsa en la sartén, asegúrate de que esta sea lo suficientemente honda y puedas añadir la pasta. Tu pasta tendrá más sabor que si lo haces al revés (echar la salsa en la olla, una costumbre muy generalizada). ¡Prueba y verás!